Baila, si no, estamos perdidos.

09.03.2021

"Se trata de la vida y, por tanto, de encontrar un idioma para la vida; y, como siempre, se trata de lo que aún no es arte, pero tal vez pueda convertirse en arte ".

Por Pina Bausch.*

Permítanme, señoras y señores, comenzar con una historia. Cierta vez visité a los gitanos en Grecia. Estábamos sentados todos juntos conversando y, en cierto momento, comenzaron a bailar y yo debía acompañarlos. Sentí un miedo enorme y la sensación de que no lo lograría. Se me acercó una niña de unos 12 años, que no dejaba de insistir para que también yo bailara. Me decía: "Dance, dance, otherwise we are lost" (baila, baila, si no estamos perdidos).

Otra linda historia: un señor en Wuppertal, que cierta vez me contó sobre su madre centenaria en su aldea en Turquía, que siempre le decía: "Nada de llanto, canta".

La danza debe tener otra razón más allá de simple técnica y habilidad. La técnica es importante, pero es tan sólo una base. Ciertas cosas se pueden decir con palabras, y otras, con movimientos. Hay momentos, sin embargo, en los que perdemos totalmente el habla, en los que estamos totalmente asombrados y perplejos, sin saber adónde ir. Aquí es donde comienza el baile, y por razones completamente diferentes, no por razones de vanidad. No para demostrar que los bailarines son capaces de algo que un espectador no es. Debe encontrarse un lenguaje con palabras, con imágenes, movimientos, estados de ánimo que hagan sentir algo que está siempre presente.

Este es un conocimiento muy preciso. Nuestros sentimientos, todos ellos, son muy precisos. Pero es un proceso muy, muy difícil hacerlos visibles. Siempre tengo la sensación de que es algo que hay que abordar con mucho cuidado. Si se nombran demasiado rápido con palabras, desaparecen o se vuelven banales. Pero aun así, es un conocimiento muy preciso que tenemos todos, y la danza, la música, etc. son un lenguaje muy preciso, con el que se puede sentir este conocimiento.

No se trata de arte, ni tampoco de mero talento. Se trata de la vida y, por tanto, de encontrar un idioma para la vida. Y, como siempre, se trata de lo que todavía no es arte, pero de lo que quizás podría convertirse en arte.

Desde pequeña, la danza siempre ha sido una expresión muy importante para mí. En la danza, podía expresar todos los sentimientos que no podía expresar con palabras. Porque hay tantos estados de ánimo diferentes, tantas gamas y matices que pueden expresarse con el baile. Y es esto lo que importa: que se reciba esta riqueza, que no se la obstaculice, sino que se hagan ver y sentir los más variados estados de ánimo.

Más tarde, mientras asistía a la escuela Folkwang en Essen, también aprendí a conocer mis propios límites. No me refiero a los límites del alma, es ilimitada, sino a los límites de la forma, del propio cuerpo. Lo magnífico de aquella escuela, al lado de mis eminentes profesores Kurt Jooss, Hans Züllig, Jean Cebron y otros, era que había tantas cosas para aprender, y todas despertaban la imaginación: la danza clásica y la moderna, el folklore europeo. Particularmente importante fue que, en ese momento, todas las secciones todavía estaban bajo un mismo techo: música, ópera, teatro, danza, fotógrafos, escultores, gráficos, designers de telas, todos los cuales podían disfrutarse mutuamente. Y nada más natural que saber de todo un poco. Desde entonces, no puedo ver sin espacio. Veo también como un pintor o un fotógrafo ve. Esta visión espacial, por ejemplo, es un componente muy importante de mi trabajo.

Edredón de retazos.

Más tarde, cuando estuve en Nueva York después de terminar mi carrera, encontré nuevamente tal diversidad, una diversidad en la vida. Vivir y trabajar solo en una ciudad como esa, con tantas personas y mentalidades diferentes, fue una impresión profunda que me marcó. Se aprende que nada puede separarse. Que todo existe simultáneamente lado a lado y en conjunto y que todo tiene el mismo valor y la misma importancia. Que es necesario tener un gran respeto por las más variadas formas de vivir y encarar la vida. Este también es un aspecto relevante de nuestro trabajo. Después de todo, no somos una compañía alemana, sino un edredón de retazos: personas de todos los continentes, de las culturas más diferentes. Es como si se tratara de una red enorme, hoy una gran familia, con conexiones en todas partes, en todas las culturas. Nuestro trabajo no está limitado por fronteras, sino que rompe todas las fronteras. Es como las nubes, como el Sol. En la India, me inventé esta frase en una conversación: "Si yo fuera un pájaro, ¿sería entonces un pájaro alemán?".

Cuando regresé a Alemania, después de mi estadía en Nueva York, todo lo que quería hacer era bailar. Pero, como había pocas piezas, me puse a coreografiar. Y más tarde continué haciéndolo, cuando el director Arno Wüstenhöfer me llevó a Wuppertal. Todo lo que quería hacer era bailar. Pero estaban los bailarines más diversos que querían bailar y, para hacerlos felices, creé las piezas y puse en segundo plano mi propio deseo de bailar.

Por un lado, en principio trabajamos con obras musicales que propiciaran cierta inventiva. Elegí solo aquellas obras que me dieron la libertad de crear algo propio. Gluck, por ejemplo, me daba espacio de sobra en "Ifigenia" y en "Orfeo y Eurídice" para que creara algo propio con base en estas obras. En ellas encontré exactamente de lo que quería hablar. De ahí nació una forma nueva: Tanzoper, la ópera-danza.

Por otro lado, busqué mi propio material y otras formas. Un primer ejemplo de ello fue la pieza que luego se tituló "Fritz". Más tarde, cuando hicimos "Macbeth" para el teatro Bochum, surgió el método de las preguntas. Como no puedo llegar a los actores con un lema coreográfico tiendo a empezar por otro lado, les hice preguntas que me hacía a mí misma. Las preguntas existen para abordar un tema con mucha cautela. Este es un método muy abierto pero preciso. Porque siempre sé exactamente lo que estoy buscando, pero lo sé con mis sentimientos, no con mi cabeza. Por eso nunca puedes preguntar de forma muy directa. Sería demasiado grosero y las respuestas demasiado banales. Sé lo que estoy buscando, pero no consigo explicarlo. Más bien, es como si fuera necesario ponerse en paz con las palabras y, con mucha calma, dejarlas aflorar.

Pudor y timidez.

Las cosas más hermosas están casi siempre bien escondidas. Tienes que recogerlas, cultivarlas y dejarlas crecer muy lentamente. Lo que exige mucha confianza mutua. Después de todo, siempre hay límites internos que superar. Por eso me gusta trabajar con bailarines que tienen cierta timidez, un cierto pudor, que no se entregan fácilmente. Es inmensamente importante que exista este pudor, esta vacilación, cuando se alcanza un cierto límite en el trabajo. Las personas que simplemente llaman la atención no cuadran en este trabajo. El pudor garantiza que si, por ejemplo, alguien muestra algo muy pequeño, será algo particular y también será visto como algo particular. Ahí es precisamente donde reside la dificultad: persuadir a alguien, por así decirlo, de que también piense lo mismo.

Permítame, a estas alturas, decir algo sobre las magníficas personas con las que trabajo. Como no contrato precipitadamente a los bailarines, me interesan las personas. Y, en las obras de teatro, estas personas son ante todo ellas mismas, no necesitan actuar. En el trabajo, trato de que ellas mismas encuentren lo que estoy buscando.

Sólo entonces el efecto es convincente, porque es auténtico. Solo así puedo estar segura de que ellos también pueden cultivar y llevar lo que piensan al escenario. Cada detalle es relevante, cada cambio, porque cada alteración produce un efecto diferente. Todo lo que encontramos en los ensayos se analiza con cuidado, para ver si resiste las condiciones más adversas. No puedo tolerar nada en lo que no pueda creer y que no convenza.
De las muchas preguntas, al final solo quedan muy pocas cosas que entonces componen una pieza. Todo se da la vuelta y se replantea en profundidad. Cada detalle sufre innumerables metamorfosis, hasta que finalmente encuentra su lugar correcto. Siempre pasa mucho tiempo antes de que algo comience a fluir.

Incluso si ignora un solo detalle, el trabajo da un giro equivocado y es muy difícil corregirlo. Es por esto que hace falta mucha precisión y honestidad en este trabajo, y mucho coraje. Lo que mostramos es algo persona, pero no privado. Muestra algo de eso que son todas las personas son. Para encontrarlo se necesita mucha paciencia y personas grandiosas, siempre dispuestas a reiniciar la búsqueda.
Permítame, en este punto, intentar deshacer un malentendido que a menudo surge. Aunque hoy se dice que la danza-teatro es una forma muy nueva, nunca me propuse inventar un estilo en particular o un nuevo teatro. La forma surgió por sí sola, a partir de las preguntas que yo tenía. En el trabajo siempre busqué cosas que aún no conocía. Esta es una búsqueda perenne y también costosa, una batalla. No se puede recurrir a nada: ninguna tradición, ninguna experiencia. No hay nada que sirva de respaldo. Estamos solos ante la vida y ante las experiencias que realizamos, y nuestro intento solitario es hacer visible, o al menos sugerir, lo que siempre se ha sabido. Eso es lo que cualquier artista en cualquier época hace. Y de nada ayuda que hayamos hecho varias piezas. Con cada nueva pieza, la búsqueda se reinicia, y de nuevo tengo miedo de no lograrlo. Los medios en la danza-teatro nacieron a partir de una cierta necesidad y también de una cierta carencia: encontrar un lenguaje para aquello que no se puede expresar de otra manera.

Y lo mismo ocurre con los escenarios que desarrollé junto con Rolf Borzik y Peter Pabst. Tierra, agua, follaje o piedras en el escenario crean una atmósfera sensible y propia. Alteran los movimientos, dibujan trazos de movimientos, exudan ciertos aromas. La tierra se pega a la piel, el agua empapa la ropa, la vuelve pesada y hace ruidos. Las piedras de un muro caído hacen que el paso sea difícil e inseguro. Cuando se lleva al teatro algo que se suele encontrar en el exterior, se hace un llamamiento a mirar. Cosas que creemos que sabemos, de repente las vemos de una manera completamente nueva y diferente, como si fuera la primera vez. Los muchos materiales que utilizamos son cosas simples, que en la realidad no forman parte del contexto. Irritan, invitan a la persona a contemplar de otra manera, porque también tienen un cierto impacto. Ocupan nuestros sentidos y nos hacen dejar de pensar y empezar a sentir.
Por eso los bailarines tampoco visten mallas ni vestuario estilizados. Las prendas, inventadas, reinventadas y esbozadas antes por Rolf Borzik y hoy por Marion Cito, son, por un lado, prendas muy normales y, por otro, prendas muy suntuosas y magníficas. Hay una cierta elegancia, pero más adelante la elegancia también se rompe. También hay figuras extrañas, a veces grotescas, que no es posible clasificar de inmediato. Los colores son de suma importancia. Por un lado, el punto es no querer distinguirse de la vida cotidiana. Pero también muestra la gran riqueza de formas y colores que siempre ha existido. Lo mismo ocurre con la música que Matthias Burkert y Andreas Eisenschneider, que los bailarines y muchos amigos en el mundo entero buscan. Toda esta música muestra lo precisa y diversa que puede ser la expresión de los sentimientos. La riqueza es tal que no se puede dejar de buscar y aprender.

Solo que también aquí la elección y la conexión con lo que sucede en el escenario es un proceso de inmensa dificultad y lentitud. Soy incapaz de decirles cómo sé qué tal o cual música es la mejor. Pero entre las muchas, muchas piezas que escucho para cada producción, siempre es una única la que realmente encaja.

Incluso los animales y las flores, todas las cosas que usamos en el escenario, son parte de nuestra vida cotidiana. Hay cocodrilos o una hermosa y triste historia de amor con un hipopótamo. Para que se puedan contar historias que no se pueden contar con palabras. Al mismo tiempo, se puede mostrar algo de soledad, pobreza, cariño. Para ello no son necesarias explicaciones y alusiones. Todo es siempre visible directamente. Y cada espectador puede comprender de inmediato con su propio cuerpo y su propio corazón.

Esta es la maravilla de la danza: que el cuerpo es una realidad por la que se atraviesa. Nos da algo muy concreto que se puede captar, sentir y que nos conmueve. Los espectadores siempre son parte del espectáculo, al igual que yo soy parte del espectáculo, incluso si no estoy en el escenario. Y cada espectador está invitado a confiar en sus propios sentimientos. En nuestros programas nunca hay una indicación de cómo las piezas deben comprenderse. Tenemos que crear nuestras propias experiencias, como en la vida. Eso nadie nos lo puede impedir.

Posibilidades del escenario.

Pero la posibilidad fantástica que tenemos sobre el escenario es que allí se nos permite hacer lo que no está permitido en la vida cotidiana. Siempre trato de entender de dónde vienen ciertos sentimientos. Los antagonismos son importantes en ese sentido. Es necesario que todo se vea, que nada se escape. Solo entonces podremos sentir en qué tiempo vivimos hoy. La realidad es mucho mayor de lo que podemos imaginar. Hay prácticamente de todo, incluso las cosas más increíbles, que ni siquiera somos capaces de imaginar.

A veces solo podemos aclarar algo enfrentando lo que no sabemos. Y a veces las preguntas que hacemos conducen a cosas mucho más antiguas, que no solo provienen de nuestra cultura o tratan solo del aquí y ahora. Es como si recuperáramos un conocimiento que siempre hemos tenido, pero que no siempre es consciente y presente. Eso nos recuerda algo que es común a todos. Y que también nos da mucha fuerza y esperanza.

En ese sentido, todas nuestras piezas son como una sola gran pieza, tal como la vida, o mejor dicho, como fragmentos de la vida. Las preguntas no cesan y la búsqueda no cesa. Hay algo infinito en esto que hace que sea hermoso. Cuando observo nuestro trabajo, todavía tengo la sensación de que acabo de empezar.

Discurso brindado por Pina Bausch en ocasión de recibir el título de Doctora "honoris causa" de la Universidad de Boloña (Italia).

Fuente original: https://revistacaliban.net/dance-sen%C3%A3o-estamos-perdidos-a814fced7728 


*Philippina Bausch, conocida como Pina Bausch (Solingen, 27 de julio de 1940-Wuppertal, 30 de junio de 2009), fue una bailarina, coreógrafa y directora alemana pionera de la danza contemporánea. Con su estilo vanguardista, mezcla de distintos movimientos, Bausch propone piezas de danza que se componen en cooperación entre distintas expresiones: movimientos corporales, emociones, sonidos y escenografía que configuran piezas enmarcadas en la corriente de la danza teatro, de la cual Bausch es pionera. (fuente Wikipedia)

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